miércoles, 18 de marzo de 2009

Tigre y Dragón (臥虎藏龍, Wò hǔ cáng lóng)


Hay muchos que consideran aburridas a las películas orientales, quizá debido al alto grado de seriedad con que siempre se manejan sus personajes y a la profundidad de sus guiones; y, aunque tal vez esto no aplique a todas estas películas, no podemos dejar de notar el gran trabajo que hacen sus directores para crear tales obras y del esfuerzo que deben hacer para que las mismas lleguen a los cines estadounidenses y, posteriormente, a los nuestros.

Otro de los aspectos que siempre destacan a estas películas es su belleza visual, que siempre está basada en los escenarios recreados de épocas antiguas, o de vastas montañas que se extienden más allá de los bosques. O, por otro lado, de la exagerada (aunque necesaria) opulencia de los palacios imperiales y de las ropas de sus gobernantes.

Tigre y Dragón (en chino Tigre agachado, dragón escondido, como referencia a una técnica de artes marciales) se sitúa en el primer grupo.

La solemne historia que se desarrolla en la pantalla parece casi perfecta, aunque los personajes pequen de estoicos y de una rectitud inamovible. Li Mu Bai, y un conocido espadachín, ha decidido dejar las batallas de lado, por lo que da como regalo a su preciada espada Destino Verde a un gobernador. Paralelo a esto, Jen, harta de su vida como hija de un aristócrata manchú, se decide a robar la espada con tal de complacer a su maestra Zorra de Jade, aunque ésta no sabe las intenciones ocultas de su alumna.

Para ser sincero, este resumen no basta para comprender la historia completa de la película; y es que se trata de una red un poco complicada.

El guión no parece tener contratiempos durante el desarrollo, aunque a veces pueda ser cansado y aburrido para algunos; ignorando esto, tenemos una historia rica en detalles, con un trasfondo visualmente bello y una profundidad rayando en la perfección.

La fotografía impecable, que caracteriza a las películas del director Ang Lee, no decepciona en ningún momento, situándonos en escenarios reales: desde los interiores de los edificios, hasta los vastos paisajes del desierto y la montaña.

El único detalle del que podría quejarme es que, en las escenas de las batallas, se nota demasiado la utilización del cableado; los personajes no parecen volar, como se supone que debería ser, pero esto no resta gran cosa a la totalidad de la película.

Las actuaciones... ¿no he dicho ya suficiente?, porque no quiero redundar y repetir lo que ya había dicho.

Así pues, quizá Tigre y Dragón no sea para todos los gustos, pero estoy seguro de que cualquiera podría disfrutarla. Recomendada para todo aquel que no sólo quiera pasar un buen momento, sino también maravillarse por la posible perfección de una flor en un basurero hollywoodense.

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